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Moviendo el agua de la que surgió la Ola Verde: Crónica de mi campaña política por Antanas Mockus en las elecciones presidenciales de 2010 en Colombia

by en 05/06/2013

Ana María Pérez Carrillo*

Tan pronto me bajé del bus miré el reloj. 5:46, una tarde-noche más en la nacho. Solía ir allí a pasar tiempo con mi prima y el resto de sus amigos historiadores; el plan de viernes incluía pasar tiempo en la terraza del edificio de Posgrados en Ciencias Humanas, ir a bailar tango en el edificio de Arquitectura –cuando aún no lo habían cerrado por peligro de que se cayera-, comer “choriperro” en la salida de la 30, comprar nuevas películas de cine arte, y terminar tomando vino de caja en la plaza ché. Siempre me gustó mucho ese plan; quizá porque pensaba en mis padres haciendo el mismo tipo de cosas cuando eran estudiantes y novios; quizá porque la nacho es un lugar en el que de una y otra manera se ha desarrollado mi vida desde niña; quizá porque era un espacio tan diametralmente distinto de mi propia universidad, el aire era distinto, se respiraba juventud, desorden, resistencia, siempre. Caminé hacia la plaza y en la mitad del camino me encontré con mi prima y uno de sus amigos; ella me dio un abrazo y al oído me dijo –“ciérrate la chaqueta, no muestres esa camisa aquí”- de inmediato miré para abajo y vi la prenda de color verde vivo que se veía entre los dos lados de la cremallera de mi chaqueta, abierta. Alcanzaba a divisarse el girasol amarillo que ocupaba una gran porción de la parte delantera de la camisa, y debajo se veía en letras grandes y blancas las letras “OCK”. Yo levanté la cabeza y con algo de nervios miré alrededor para ver si alguien me estaba mirando o se había dado cuenta. Claro, no era buena idea exhibir mi camiseta de Mockus por la Nacional un viernes. Sin embargo, aunque en ese lugar no pudiera mostrarla, yo me sentía orgullosa de llevarla. También mi maleta iba cargada de cosas del partido verde y de Mockus, afiches, volantes, manillas, botones, y en fin, todo lo que me habían dado ese día en la mañana en la sede del partido y había sobrado después de la marcha por el septimazo.

Eso fue el 5 de marzo de 2010. Recuerdo la fecha porque fue el día siguiente al concierto de Coldplay en Bogotá . Y sí, la primera vuelta de la elecciones no fue sino hasta el 30 de Mayo . Para mí, en realidad, todo empezó cuando Lucho Garzón decidió ser uno de los tres pre-candidatos del partido a la presidencia. Mi papá trabajó con Lucho durante su gobierno, y el enfoque social de su alcaldía le permitió a mi papá y su grupo de trabajo realizar logros enormes y sin precedentes para la educación pública de Bogotá, tema de la agenda pública que me resulta sin duda el más relevante. Siempre me cayó bien lucho, siempre vi en él aquello me enseñaron que debía ser la izquierda, una izquierda menos crítica y más propositiva, una izquierda menos anti-yankee y más pro-humanos; esa izquierda que, más enfocada en la política pública que en los debates legislativos, lograba cambios reales en la salud, la educación, la vivienda, la alimentación de las personas. Su gobierno fue para mí, sin duda, el mejor que ha tenido Bogotá en los últimos tiempos. Así, cuando Lucho hizo oficial su candidatura a la presidencia mi papá nos dijo de inmediato que debíamos apoyarlo. Esta primera campaña fue corta y de poco impacto, las primeras camisas no decían Mockus, sino Jóvenes con Lucho, pero en realidad poca gente nos prestó su atención.

Lo siguiente que pasó fue que se decidió que Antanas Mockus fuera el único candidato del partido en las elecciones en un momento en el que estaba muy claro que para tener alguna posibilidad de ganarle a Juan Manuel Santos, candidato del partido de la U y supuesto discípulo del entonces presidente Álvaro Uribe, era necesario unificarse bajo un solo nombre, una sola figura, un solo símbolo. Y eso fue lo que pasó. En esos días salí con mi papá a hacer una compra en el Carulla del Parkway y estando allí nos encontramos con un par de concejales del Polo; como era habitual, nos sentamos a tomar café en la cafetería del Carulla. Allí los concejales expresaron su inquietud por la campaña de su partido, cuyo representante era Gustavo Petro. No era que no creyeran en Petro, era que no creían en la posibilidad de impacto real del Polo a nivel nacional, y les preocupaba que no hubiera una figura política que realmente pudiera medírsele y de alguna manera frenar la hegemonía de Uribe y su candidato. La conclusión a esa discusión es que ellos, como miembros del partido, tenían que apoyar a Petro, pero uno de ellos se me acercó antes de irse y me dijo: “Anita, yo veré, tú que puedes tienes que hacerle campaña a Mockus, ustedes los jóvenes tienen que poner a mover la oposición, o se nos vuelven a quedar con la presidencia y seguimos jodidos. Ustedes los jóvenes van a mover este cuento esta vez, ya lo veo venir.” Oír esta petición de parte de un hombre al que le tengo mucho cariño y pensar en otros 4, u 8 años del Régimen de Seguridad Democrática fueron lo que me llevaron a hacerlo. Esa noche tomé la decisión de que le haría campaña a Antanas Mockus, campaña de verdad. Ya de niña hacía yo campañas políticas junto a mi padre y sus amigos, principalmente para el Partido Liberal hasta que ellos decidieron que este ya había cogido demasiado para la derecha y el Polo surgió como partido de izquierda. Había llegado el momento de hacerle campaña a un partido de centro-derecha, que solía hablar más de los árboles que de los niños, cuyo candidato era recordado por mostrar públicamente su culo, y que en realidad hasta ahora se estaba constituyendo…No iba a ser fácil.

Y así empezamos. Decidí que lo más viable sería hacer campaña dentro de mi universidad. Ese era apenas mi primer semestre, y como típica estudiante de primer semestre de Ciencias Sociales entré a la universidad queriendo transformar el mundo. Lo siguiente que decidí era el medio por el cual iba a actuar. Fue claro para mí lo que debía hacer, abrí mi cuenta de Facebook y creé un grupo llamado Uniandinos con Antanas Mockus. Cogí una foto del candidato y le copié encima el símbolo de la universidad; copié el link del grupo y empecé a pegarlo en las diferentes páginas y grupos en Facebook relacionados de una u otra manera con la Universidad: el efecto fue inmediato. En el primer día ya tenía más de 60 miembros, y al menos 7 personas me escribieron por interno para felicitarme por la idea, preguntarme quién era, y ofrecerme su ayuda. Recuerdo que al principio lo que más les sorprendía era mi edad, -“una niñita de 17 añitos”- me decían, yo sólo me reía y les decía: -“miren el lado bueno, tengo mucho más tiempo que ustedes”-.

Y eso último era cierto. Fui yo quien tuve tiempo de ir a la sede del partido en Teusaquillo. Recuerdo que la primera vez fui sola, sin tener muy claro qué iba a decir ni con quién tenía que hablar. Cuando llegué había varias camionetas afuera sacando cajas y entrándolas a la vieja casa de piso en madera. Entré por una puertica en la reja esperando que alguien me preguntara qué estaba haciendo, o quién era, pero ninguna pregunta surgió de parte de nadie. Entonces entré a la casa. Tenía el típico aspecto de las viejas casas de las clases altas de principios del siglo pasado. Una gran escalera que empezaba cerca a la puerta, el piso y las barandas de esa madera vieja llena de moho que suena con cada paso que se dé encima, y un olor general a humedad que no era del todo desagradable. Allí tampoco hubo preguntas, entonces entré hacia donde alguna vez debió haber una enorme sala. En esa habitación no había sofás, habían 5 escritorios llenos de hojas encima, y el resto del piso estaba cubierto de cajas. Todo allí era verde, las paredes estaban repletas de afiches y banderas, de las cajas salían todo tipo de cosas verdes, las personas sentadas tras los escritorios tenían camisas y hasta moños verdes. Todos estaban tan ocupados que ni siquiera me vieron entrar, entonces me le acerqué a la niña más cercana. No parecía ser mucho mayor que yo y tenía cara amable. Entonces le dije que venía como representante de las personas de la Universidad de los Andes que apoyábamos a Mockus; tan pronto dije el nombre de la institución se le abrieron los ojos, se paró, y me dijo que fuera con ella. En el segundo piso me presentó a otra muchacha, tampoco parecía ser mucho más grande que yo. Me dijo que ella era la coordinadora de universidades, y que nos habían estado esperando. Ese día me delegaron funciones específicas, me dieron recomendaciones para ganar más apoyo y más miembros en el grupo,  me dijeron que nos estaríamos comunicando para cuadrar eventos juntos y me dieron todo tipo de elementos de propaganda política con la instrucción específica de hacérselos llegar a la mayor cantidad de gente

Desde entonces los próximos meses de mi vida fueron dedicados a hacerle campaña a Antanas Mockus. Cada tiempo libre, cada cambio de clase, cada pasada por el computador era en torno a eso. Pronto me volví cercana con algunos de los que primero acudieron al grupo. Nos encontrábamos para poner volantes sobre las mesas del edificio de ingeniería de la universidad, para distribuir manillas frente a la universidad en la hora de almuerzo, para responder correos de inquietudes de estudiantes que nos llegaban al inbox del grupo. Pronto nos volvimos parte de una red inmensa de campaña política. La chica que coordinaba los grupos de apoyo de las universidades nos comunicó unos con otros y pronto resultamos reuniéndonos con los grupos del externado, del Rosario, de las Américas y de la Tadeo. Hacíamos Flashmobs en frente de la entrada principal de la universidad, en la cafetería, en las estaciones de Transmilenio. Cada viernes bajábamos todos a marchar por el “septimazo”, nos encontrábamos con otros grupos en la plaza de toros y caminábamos hacia la Plaza de Bolívar. Bombas verdes, banderas verdes, girasoles reales, eran todos parte de una decoración que teñía la séptima de verde. El sentimiento era increíble. Sentíamos que estábamos haciendo algo, que cambiábamos el mundo con cada canto por el carácter sagrado de la vida, que íbamos a acabar con Uribe y su régimen guerrerista. Entre nosotros surgían conflictos, como es obvio. Habíamos unos más de izquierda que otros, algunos habíamos apoyado a Lucho al inicio, otros a Peñaloza, pero todos sentíamos que esa era un poco la idea del partido, era encontrar un punto de encuentro entre personas inmensamente distintas para crear una oposición sensata y realista.

El 25 de marzo nos pusimos el Parque Nacional como punto de encuentro hacia las 4 de la tarde. Ese día era el cumpleaños de Mockus, y corrían rumores de que estaría en ese parque para saludarnos. Nos preparamos todos, la sede nos mandó 20 camisetas para repartir, cada uno llevaba un girasol y una bomba. Caminamos desde el centro hasta allá, orgullosos de nuestras caras pintadas de verde, con las bombas amarradas a cuerdas y moviéndose hacia atrás con el viento de nuestros pasos. Era una de esas tardes hermosas de Bogotá, con un sol increíble que se empezaba a tornar rojo mientras se acercaba la hora del atardecer. Probablemente nunca me había sentido tan libre, cantando, marchando, corriendo y saltando. Con una bomba en la mano como niña chiquita. Con un girasol regalado como si fuera el día de la mujer. Rodeada de amigos que se habían unido a la causa. Llegamos al parque y nos encontramos con los demás grupos y juntos nos reunimos para corear e inventarnos nuevas canciones. Entre todos pagamos una enorme torta de cumpleaños, y una chicha de la sede llevó una vela en forma de girasol. Así esperamos un par de horas hasta que por fin se parquearon 3 camionetas a un costado del parque. Todos corrimos como niños a recibirlo, y él se bajó de uno de los carros con una enorme sonrisa y esa humildad que tan propiamente lo caracteriza. Entre todos le cantamos el cumpleaños en ese inglés mal pronunciado característico de las celebraciones colombianas, y él sopló su vela en forma de girasol. Muchos lo abrazamos, de a uno, y él con gusto recibió los abrazos y los devolvió con afecto. Yo calculo que éramos unas 120 personas. Después de muchos gritos y canciones, de muchos abrazos, felicitaciones y agradecimientos, él nos pidió a todos que nos sentáramos en el piso. Y así lo hicimos. Entonces él se sentó en la base de un monumento que adorna el parque mirándonos a todos, como si fuera nuestro maestro y le pidió a su asistente un megáfono. 10 minutos después la asistente volvió, mientras tanto Antanas nos había estado haciendo preguntas de a uno, acerca de nuestras vidas, de nuestro quehaceres, de nuestros sueños. Cogió el megáfono, lo prendió, y nos dijo que nos iba a contar una historia. Fue una historia hermosa sobre una relación corta que tuvo mientras hacía su maestría en Francia, y luego otra relacionada con un niño que conoció mientras era el Alcalde de la ciudad.

Si bien no recuerdo las historias lo suficientemente bien para contarlas aquí, recuerdo que todas dejaban bellas enseñanzas y se convertían en metáforas respecto a los principales retos y problemas del país. Antanas Mockus creía en la paz, y no en la guerra. Creía en la gente, y no en las armas. Creía en el amor, y no la venganza. Y ese día todos teníamos el corazón lleno. Nos sentíamos cercanos a él, él era nuestro maestro, estaba pasando su noche de cumpleaños con nosotros, él era de todos. Y sentíamos en medio de sus palabras un profundo agradecimiento por ayudarlo a hacer algo que él no sabía muy bien cómo hacer: una campaña política a nivel nacional. Fue una noche hermosa. Con ese frío casi agradable que hace a veces en Bogotá. La luz ténue de la avenida proporcionaba un setting de tranquilidad y confianza que probablemente de día no se hubiera alcanzado. Comimos torta, hicimos preguntas, respondimos las de él y recibimos todos abrazos de despedida.  Luego fui con mis amigas a comer empanadas en un lugar cercano. Recuerdo que mientras nos alejábamos del parque yo pensaba que nunca me había imaginado vivir un momento tan íntimo con Antanas Mockus, y nunca antes había tenido tanto sentido la campaña política que estaba haciendo.

Como saben todos perdimos las lecciones, pero logramos llevar la disputa a una segunda vuelta electoral. Una campaña que empezó con “pasitos de bebé” como el mío, con una red pequeña de personas jóvenes dispuestas a dedicar algo de tiempo y que se trasformó en el fenómeno político electoral de jóvenes más grande e improvisado que ha visto el país en los últimos años. Yo no sólo hice parte de la llamada “ola verde”, yo ayudé a construirla. El día en el que Santos ganó entré con melancolía al grupo y vi que para mi sorpresa había pasado los 1500 integrantes, en una universidad de  15000 estudiantes; el 10%…eso me pareció increíble.

** Estudiante de pregrado en Lenguajes y Estudios Socioculturales y Ciencia Política de la Universidad de los Andes.

One Comment
  1. Indudablemente 2010 fue un año inédito para aquellos jóvenes que en su momento nos estábamos involucrando en política. Al igual que la autora yo he participado en las juventudes de varias campañas políticas y en 2010 respalde la campaña de Juan Manuel Santos. Es por eso que considero que el calificativo de guerrerista no es el apropiado para definir la presidencia de Álvaro Uribe Vélez.

    Fue gracias a la política implementada en la seguridad que el país ha mejorado ostensiblemente en esta área, por ejemplo: el total de homicidios anual era de 28,837 personas en 2002 y en 2010 fue de 7,410. El secuestro total anual en 2002 era de 2,882 personas mientras que en 2010 fue de 123. Hubo 1,645 actos de terrorismo en 2002, mientras que en 2010 fueron 250. No debemos olvidar de donde venimos y la clase de país en el que vivíamos hace tan solo 13 años. Las cifras en materia de Seguridad durante la presidencia de Álvaro Uribe son contundentes y revelaron una tendencia hacia la reducción de la inseguridad en nuestro país.

    En materia económica las cifras también son reveladoras, el crecimiento promedio durante el periodo 1994 – 2001 fue de 2.1%, mientras que durante 2002 – 2009 fue de 4.3%. El PIB per cápita paso de 2,377 a 5,211 millones de dólares. La inversión total % del PIB era del 16.5% en 2002, mientras que en 2010 fue de 24.6%. La inflación se mantuvo baja, mientras en 2002 era de 6.99% en 2010 fue de 2.25%. En lo social dieron lugar a ambiciosos programas sociales que beneficiaron a millones de personas, como por ejemplo: 78,152 niños eran los beneficiarios de desayunos infantiles en 2002, cifra que alcanzo los 1,622,817 niños en 2010.

    Desconocer los avances logrados en materia de seguridad durante el periodo en el que Uribe fue presidente es divorciarse de la realidad. Por supuesto que falta mucho y hubo errores en otros frentes, pero no se puede evadir lo alcanzado en seguridad y en materia económica. Por lo anterior considero que la autora no reconoce lo que logró el presidente Uribe en materia de seguridad, siendo la seguridad uno de los logros más importantes de nuestra historia reciente. Un debate de altura se caracteriza por reconocer las fortalezas del otro y en ese sentido la campaña de Santos respeto el legado de Mockus como alcalde de Bogotá. El legado de cualquier servidor público es ambiguo, nadie tiene poderes omnipresentes como para que en un periodo o dos se transforme por completo un país con problemas tan complejos.

    Para concluir es valido poner a reflexionar sobre los errores, excesos o ilegalidades que se pudieron cometer durante el periodo de Uribe, pero sin llegar a la completa descalificación de un mandatario que cumplió lo que prometió.

    *Todas las cifras fueron obtenidas de: http://www.primerocolombia.com/galerias/interna/10

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